junio 05, 2010

Que haría sin mis chicas?


Finalmente ayer me tome un café con Andreu, no se que voy a hacer, fue un poco incomodo para mi, pero el realmente se veía afectado por lo que paso y aunque muy en el fondo yo sabía que no podía continuar saliendo con el, le aseguré que todo estaba bien y le perdoné del todo.

Me llevó a casa, se despidió de mi tranquilamente y se fue. Subí a casa corriendo por las escaleras, llegué arriba casi sin aliento, entré en el piso como un huracán; Caterina y Marta estaban allí sentadas charlando esperándome para salir a correr.

“Estaré lista en un minuto, me cambio y salgo.” Fue lo único que les dije y entre en mi habitación azotando la puerta, me cambié y salí por la puerta con una necesidad imperante de salir a correr mucho, correr hasta que no me quedasen fuerzas y tener que arrastrarme a casa. “Estoy lista, ¿nos vamos?” dije esto abriendo la puerta de casa y tanto Marta como Caterina salieron sin decir nada; me conocían bien, sabían que algo me sucedía, pero también saben que cuando estoy así es mejor esperar a que me calme para hablar.

Salimos a correr y durante una hora fue lo único que hice, correr, correr y correr. Cuando finalmente me detuve Marta y Caterina ya no corrían, venían muy rezagadas trotando ligeramente. Las esperé y entramos juntas al edificio, subimos al piso en silencio y cuando entramos en casa se lanzaron al interrogatorio. “¿Qué te pasa?, ¿Por qué estas tan enfadada?, ¿qué te sucede?” fueron las preguntas que me hicieron una y otra y otra vez, yo no les conteste nada, baje la cabeza y me senté en el sofá; cuando dejaron de interrogarme les conté todo lo que había pasado con Andreu.

Marta estaba echando chispas de furia y Caterina ya pensaba a quien le pediría el favor de devolverle el golpe a Andreu; les dije que no podían hacer nada de eso porque yo había decidido darle una oportunidad. “¿A caso no has aprendido nada de lo que nos enseñaron papa y mama?, ningún hombre tiene el mas mínimo derecho de pegarte, no importa la circunstancia y si lo hace debes alejarte; ¡no te merece!”, yo sabía que ella tenía razón, pero era más fácil decirlo que hacerlo.

Finalmente, agotada por todo lo que había ocurrido durante el día, me fui a la cama, Caterina se quedo a dormir en casa. Esta mañana cuando me desperté me habían hecho el desayuno, estaban allí las dos, demostrándome cuanto se preocupaban por mi y que estarían a mi lado para cuidarme de cualquier cosa que pueda hacerme daño.

Desayunamos y hasta ahora hemos estado pasando un sábado tranquilo, solo nosotras, viendo películas románticas, haciéndonos mascarillas faciales, arreglándonos las uñas, etc. Marta y yo fumamos un poquito en el balcón, lejos de Caterina que como esta embarazada debe mantenerse lejos de todos los vicios.

“Ya verás cuando lleguemos a San Francisco como te olvidas de todos estos asuntos”, fueron las sabias palabras de Marta…

Y pues lo dejo aquí porque vamos a ver otra peli, porque no aparecerá un Romeo como los de las películas en mi vida, Marta ha tenido muchos, Caterina ya tiene a su príncipe azul y yo no hago más que conseguir sapos…